Mi paso por la sierra de la Cara Cura por Agustina G. Toscano
Mi paso por la sierra de la Cara Cura
por Agustina Toscano, becaria Doctoral
La sierra de la Cara Cura, ubicada en la parte austral de Mendoza, se caracteriza por su rico contenido fósil, principalmente invertebrados marinos que vivieron allí hace más de 140 millones de años, durante el Cretácico Temprano. En ese momento, el Océano Pacífico invadía parte de las provincias de Mendoza y Neuquén, antes de que la Cordillera de los Andes comenzara a plegarse.
Los paisajes en esta región se caracterizan por su aridez, con poca vegetación, principalmente matorrales bajos y xerófilos. En este marco se destacan los variados colores de las sucesiones sedimentarias: distintas gamas de amarillo, verde, ocre y blanquecino, cada uno de ellos indicando distintos tipos de litología, principalmente pelitas y areniscas, las cuales reflejan la historia de esta antigua costa marina. Durante ese momento del Cretácico Temprano, el mar que inundaba la cuenca estaba sufriendo un marcado descenso, observándose la intercalación de sedimentos pelíticos característicos de un ambiente marino profundo con areniscas finas a medianas que indican momentos de desarrollo de playa. En este contexto es donde se encuentra una gran variedad de fósiles que reflejan estos momentos de inundación marina, especialmente invertebrados marinos que incluyen corales, serpúlidos, braquiópodos, erizos de mar, gastrópodos, amonites y una gran variedad de bivalvos.
Fue Pablo Groeber quien la denominó “Sierra de la Cara Cura” por el hallazgo de una roca basáltica de gran tamaño que se asemejaba al perfil de un sacerdote. Sin embargo, pareciera haber un doble sentido, ya que el término “kura”, del mapuche, significa “piedra”.
En este marco desarrollé, en compañía de colegas, una de mis primeras campañas relacionadas a mi tesis Doctoral. El trabajo de campo consistió en la confección de perfiles de detalle, describiendo banco a banco las distintas características litológicas de los mismos: tipo de sedimento, color, espesor y geometría de los estratos, estructuras internas que permiten interpretar distintos procesos de depositación y el contenido fosilífero. Luego de estas observaciones preliminares, recolectamos fósiles que serán estudiados con distintas técnicas para responder a distintas preguntas, tanto taxonómicas como evolutivas e incluso la determinación de paleoambientes.
En la Sierra de la Cara Cura, el trabajo de campo se realiza en los meses en que el clima resulta más favorecedor: generalmente entre febrero y abril. Se suelen armar campamentos cerca de los sitios de exploración, ya que estos se encuentran muy alejados de centros urbanos y es necesario maximizar el tiempo de trabajo en detrimento de la comodidad del hospedaje. Por suerte, los puesteros de la zona son muy amables y nos permiten establecernos cerca de sus puestos, un poco más resguardados, y nos indican donde encontrar arroyos para juntar agua y calmar el calor. Muchas veces son los propios puesteros, quienes más conocen la zona, los que pueden ofrecer información sobre nuevos sitios donde prospectar y recolectar fósiles.
Si bien el trabajo de campo a veces puede ser complejo por los lugares inhóspitos donde se desarrolla, es una parte muy importante de la investigación geológica y paleontológica y también una de las más satisfactorias. Gracias al desarrollo de estas investigaciones, podemos ampliar nuestro patrimonio científico, colaborando con el desarrollo del conocimiento de nuestros recursos naturales y, fundamentalmente, de la historia de La Tierra.